lunes, 4 de agosto de 2008

Regalos


Estos son mis principios. Si a usted no le gustan, tengo otros. (*)

Será porque nací un 24 de diciembre o quien sabe porque pero no soy un tipo muy adepto a comprar regalos. Y menos que menos, para navidad. Es mi cumpleaños ¿Qué es eso de pasear por lugares llenos de gente que ocupa los negocios, las calles y que hace que los precios suban?
Y todo esto ¿Por qué?
¿Por que la coca cola le pareció que Papá Noel era un buen elemento de Marketing? ¿Qué paso con los reyes magos? ¿Les cortaron el crédito? ¿Pasaron a ser la segunda marca de Papá Noel, al igual que “La Armonía” lo es de “La Serenísima”?
El otro punto es tener que comprar regalos en una fecha predeterminada por el simple hecho de que la tierra pego una vuelta más al sol. Es muy poco inspirador para un regalo. Da lo mismo comprar, ropa, un cd, un libro, una botella de vino o cualquier otro regalo “anónimo”.
Peor aun, hacer de cuenta que uno le regala una licuadora a un amigo que se casa, cuando en realidad lo que esta haciendo es poniendo plata en una casa de electrodomésticos.
El día que mi ahijado aprendió a caminar tuve en claro que merecía un regalo y que lo apropiado era un par de zapatillas. Un buen regalo sería una bicicleta por el simple motivo de que me gustaría ayudarlo a aprender a andar en bici pero seguramente esperare la excusa de que sea su cumpleaños y no el justo momento en el cual sus pies lleguen a los pedales.
A mi hermana en cambio le encanta comprar regalos, inclusive para navidad. Debe ser porque cumple años a fin de enero. Durante muchos años festejo su cumpleaños en familia, cuando fue un poco mas grande lo hizo de vacaciones con alguna amiga y probablemente con Kwai Chang Cain.
Frecuentemente entre ella y mi hermano compran casi todos los regalos que hacemos al resto de la familia. Al volver de hacer las compras navideñas me dicen “falto el regalo de papá, te toca comprarlo”. A esta altura lo dicen resignados, como quien le habla a alguien con “capacidades diferentes”. Saben que a mi viejo le gusta de todo y se va a poner contento con cualquier cosa que reciba.
Eso si, cuando tienen ganas de hacerme sudar me arrastran a la compra del regalo de mi vieja. Ella no escucha música, es muy selectiva con las cosas que lee, a esta altura de su vida no hay nada que necesite demasiado y casi siempre terminamos cayendo en comprarle alguna “pilcha” por Palermo. No puedo evitar sufrir un poco. La misma cantidad o menos de tela que llevaría una remera de hombre, la de mujer cuesta más del doble de lo que costaría en un negocio para el sexo masculino. El paseo suele durar horas para terminar comprando algo que de no ser ropa posiblemente no le guste a mi vieja.
Tengo que reconocer el gran empeño de mi hermana al respecto. Hace unos días se estaba yendo de vacaciones a Córdoba y preguntó que nos traía de las vacaciones. Mi papá contesto “alfajores”. A lo que yo agregue “No tengo problema en que no te acuerdes de mi en todas las vacaciones y compres Havanna en retiro, pero de ninguna manera traigas alfajores rellenos con dulce de fruta como los de Estancia el Rosario”.
Es así, soy un sentimental. Prefiero una buena bebida espirituosa comprada en el free shop a la vuelta a que me traiga un rico licor regional que me parta el hígado. Y creo que si fuese mujer no me ofendería si me comprasen un perfume en las mismas circunstancias antes que recibir un perfume de pachuli comprado a una hippie al costado de la ruta.

* Groucho Marx

domingo, 3 de agosto de 2008

Robolacas



Llevaba un rato dando vueltas en mi cama cuando de pronto escuche unas voces femeninas. Por mi cabeza circulo una apuesta imaginaria como una bolilla girando en una ruleta acerca del idioma que estaba escuchando. Enseguida la realidad me demostró que ese sonido era castellano y con acento típicamente porteño. Lo que hizo de este un hecho curioso fue que mi cama estaba en un Hostel en Berlín al cual había llegado con mi eterno compañero de viajes esa mañana. Un rato después estábamos todos hablando los cuatro con la típica confianza de argentinos que se encuentran de viaje.
A la mañana siguiente mi amigo y yo nos levantamos temprano y fuimos a desayunar. Luego, mientras yo lavaba ropa, el volvió muy contento. Había arreglado una cita con su “novia” polaca, Kasha, quien iba a venir esa noche desde Varsovia acompañada por una amiga, Agnesca. Fenómeno pensé. Un rato después supe que algo estaba mal, había algo que flotaba en el aire y lo empecé a percibir en el momento que nos encontramos con las chicas argentinas, Lorena y Cecilia, y estas de motu propio nos invitaron a salir esa misma noche y les contestamos que desgraciadamente ya teníamos planes y esa era nuestra última noche. No es que fuesen bonitas, ni tuviesen nada demasiado especial, pero hay algo en mi cabeza que suena cada vez que aparece una oportunidad que no se puede aprovechar. Una especie pensamiento mágico que me dice que lo que desperdicie en ese momento lo voy a lamentar mas adelante.
Preocupado por la cuestión me cambie y salimos a caminar por Berlín junto con mi compañero. Después de girar todo el día terminamos en una vinería de una española que se llamaba Aída. Nuestro plan era cenar en la casa del tío de la “novia” argentina de mi amigo y después salir con las polacas. Aída era muy simpática pero por sobre todos sus atributos tenia en escote muy prominente del cual era muy difícil apartar la vista. Después de degustar todo lo que nos dio y comprar una botella para llevar a la cena él se fue a bañar y yo me quede conversando con la española. En algún momento de la conversación salio el tema de la “novia” polaca y la “novia” argentina” de mi compañero y ella me respondió con su mejor acento “pues claro, por la forma que me miraba me di cuenta yo que ese chico es de los que tienen mas de una novia”.
Dice el manual del viajero ratón que si es gratis es bueno, así que sin chistar fuimos a cenar a la casa del tío argentino.
Después, muy puntualmente, nos retiramos para buscar a las kasha y Agnesca en la estación Alexander Platz.
Como eran polacas y no suizas llegaron más de una hora tarde. La “novia” era de altura normal, pelo entre castaño y rojizo y con una buena delantera. Agnesca era enormemente alta, de cara muy bonita y con unas tetas descomunales. Mi socio hizo el papel de noviecito con Kasha y me dejo a la polaca que vino del frió. La sensación era casi de estarla viendo por Internet, estaba ahí pero no había forma de tocarla.
Cruzamos la ciudad a la zona hasta llegar a la zona del Zoo. Salimos de underground en una calle llena de bares muy simpáticos y nos sentamos a tomar unas cervezas. Cuando les preguntamos que querían hacer, las vecinas de Varsovia respondieron para mi asombro que les gustaría ir a bailar salsa. Mire la cara de mi amigo y supe que la respuesta era en serio, no se trataba de un extraño caso humor eslavo ni de ninguna cosa que yo no comprendiese. Sencillamente querían bailar salsa. Nosotros no teníamos ganas de hacerlo y no sabíamos bien como resistirnos cuando ellas descubrieron con gran decepción que igual no podíamos ir. Tras haber examinado nuestros atuendos habían visto que estábamos en zapatillas. En Berlín se baila salsa en zapatos o no se baila salsa. En zapatillas no se puede pasar.
Creo que fruto de su decepción Agnesca decidió tirar su primera frase matadora. Hizo una insinuación de un pensamiento sobre los latinos, tiro la piedra y escondió la mano, entonces le insistí para que dijera lo que estaba pensando. Y lo dijo nomás “un latino, es un hombre que tiene muchas mujeres y les miente a todas”. Sencillamente lapidaria.
Al rato nos dirigimos a una discoteca en la cual admitían gente en zapatillas. No solo eso, también admitían gente vestida con ropa del tirol, disfrazados de astronautas o sencillamente travestís.
El lugar era muy extraño, tenia quince bares adentro que circundaban cuatro pistas, en cada una pasaban distinta música pero sin ningún tipo criterio u orden temático. Después de un tema tecno podía seguir uno punk, luego una balada y continuar con un rock & roll.
Nos sentamos en uno de los bares a un costado de la pista a seguir tomando cerveza en vasos gigantes. Y continué la conversación con la polaca los más amenamente posible pese a saber que la cosa no iba a ningún lado.
En un momento comenzó a sonar un tema de Sigue Sigue Sputnik, ellas se miraron entre si, dijeron al unísono “esta nos gusta” y saltaron a la pista a demostrar lo aprendido en la academia tropical de Varsovia. Si bien los pasos parecían ser técnicamente correctos para un lego en salsa, la gracia para ejecutarlos era propia de Robocop y la marcha tecno que sonaba de fondo poco me hacia recordar al caribe. Ver para creer, con eso me dije que no necesitaba nada mas esa noche y propuse la retirada. Pensé que al menos podría salvar un poco de sueño para el siguiente, pero me equivoque una vez más. Cuando llegamos a la estación de tren descubrimos que el “expreso de oriente” que regresaría a nuestras heroínas de la danza no salía hasta las seis de la mañana.
Faltaban dos horas y decidimos acompañarlas hasta que llegase el tren. Y ahí si, finalmente cogí algo. Un resfrío que me acompaño un par de días más.