
Estos son mis principios. Si a usted no le gustan, tengo otros. (*)
Será porque nací un 24 de diciembre o quien sabe porque pero no soy un tipo muy adepto a comprar regalos. Y menos que menos, para navidad. Es mi cumpleaños ¿Qué es eso de pasear por lugares llenos de gente que ocupa los negocios, las calles y que hace que los precios suban?
Y todo esto ¿Por qué?
¿Por que la coca cola le pareció que Papá Noel era un buen elemento de Marketing? ¿Qué paso con los reyes magos? ¿Les cortaron el crédito? ¿Pasaron a ser la segunda marca de Papá Noel, al igual que “La Armonía” lo es de “La Serenísima”?
El otro punto es tener que comprar regalos en una fecha predeterminada por el simple hecho de que la tierra pego una vuelta más al sol. Es muy poco inspirador para un regalo. Da lo mismo comprar, ropa, un cd, un libro, una botella de vino o cualquier otro regalo “anónimo”.
Peor aun, hacer de cuenta que uno le regala una licuadora a un amigo que se casa, cuando en realidad lo que esta haciendo es poniendo plata en una casa de electrodomésticos.
El día que mi ahijado aprendió a caminar tuve en claro que merecía un regalo y que lo apropiado era un par de zapatillas. Un buen regalo sería una bicicleta por el simple motivo de que me gustaría ayudarlo a aprender a andar en bici pero seguramente esperare la excusa de que sea su cumpleaños y no el justo momento en el cual sus pies lleguen a los pedales.
A mi hermana en cambio le encanta comprar regalos, inclusive para navidad. Debe ser porque cumple años a fin de enero. Durante muchos años festejo su cumpleaños en familia, cuando fue un poco mas grande lo hizo de vacaciones con alguna amiga y probablemente con Kwai Chang Cain.
Frecuentemente entre ella y mi hermano compran casi todos los regalos que hacemos al resto de la familia. Al volver de hacer las compras navideñas me dicen “falto el regalo de papá, te toca comprarlo”. A esta altura lo dicen resignados, como quien le habla a alguien con “capacidades diferentes”. Saben que a mi viejo le gusta de todo y se va a poner contento con cualquier cosa que reciba.
Eso si, cuando tienen ganas de hacerme sudar me arrastran a la compra del regalo de mi vieja. Ella no escucha música, es muy selectiva con las cosas que lee, a esta altura de su vida no hay nada que necesite demasiado y casi siempre terminamos cayendo en comprarle alguna “pilcha” por Palermo. No puedo evitar sufrir un poco. La misma cantidad o menos de tela que llevaría una remera de hombre, la de mujer cuesta más del doble de lo que costaría en un negocio para el sexo masculino. El paseo suele durar horas para terminar comprando algo que de no ser ropa posiblemente no le guste a mi vieja.
Tengo que reconocer el gran empeño de mi hermana al respecto. Hace unos días se estaba yendo de vacaciones a Córdoba y preguntó que nos traía de las vacaciones. Mi papá contesto “alfajores”. A lo que yo agregue “No tengo problema en que no te acuerdes de mi en todas las vacaciones y compres Havanna en retiro, pero de ninguna manera traigas alfajores rellenos con dulce de fruta como los de Estancia el Rosario”.
Es así, soy un sentimental. Prefiero una buena bebida espirituosa comprada en el free shop a la vuelta a que me traiga un rico licor regional que me parta el hígado. Y creo que si fuese mujer no me ofendería si me comprasen un perfume en las mismas circunstancias antes que recibir un perfume de pachuli comprado a una hippie al costado de la ruta.
* Groucho Marx